Cuando observamos el panorama mundial y nacional con todas sus penurias y sufrimientos, a veces pensamos que no hay solución para los males del mundo, los problemas nacionales y las adversidades personales; miramos mucho hacia afuera con ojos crÃticos y opinamos que debÃa estar bien y que deberÃa hacer este o aquél. Muchas veces deseamos ver un mundo ideal y pensamos que alguien debe ser el que comience y nos ofrezca esas condiciones de bienestar. La gente que amamos y con la que convivimos, a menudo nos decepciona y pensamos que la vida es injusta y que deberÃa ser de otro modo; ¿cómo hacerlo y por dónde empezar?
Una mujer de alto calibre espiritual, la madre Teresa de Calcuta también pasó por esa duda, y difÃcil como pueda ser vivió esos principios en la acción y nos dejó una enseñanza que nos ayuda a manejar sin tanto drama y con sabidurÃa de vida, eso que tanto nos perturba y que tanto nos decepciona… la conducta de los demás. No hay nada más sano y más espiritual que convertirte en observador del mundo y sus circunstancias… de no ser quien mira y juzga, sino quien mira y perdona y no se contagia con la demencia del mundo… sà el mundo está demente y hay que estar alerta para no contaminarse de esa demencia ¿cómo? Dejar de juzgar, perdonar el pasado y a los malhechores de tu vida, y volcarse a trabajar en uno mismo, con constancia y comprensión. Como un observador neutro de los eventos observados. Ante el embate demencial muchas personas dicen: ¿Para qué sirve ser derecho si todos son chuecos? ¿Para qué te portas bien si todos se portan mal? ¿Para qué haces bien las cosas si todos las hacen mal y te decepcionan?
El razonamiento es lógico, pero no razonable para vivir bien; dice la enseñanza espiritual: ¿Quieres ser feliz un rato? Véngate. ¿Quieres ser feliz por siempre? Perdona.
El objetivo es que conserves tu esencia. Conservar tu esencia te da satisfacciones que nada más te podrÃa proporcionar.
He aquà el escrito de la Religiosa:
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