¿Existe el destino o lo formamos nosotros?

Hace tan solo unos pocos días se estrelló un avión en una provincia colombiana. Las causas: falta de combustible y fallas en la energía.

Error humano que costó vidas y conmocionó al mundo deportivo. Tragedia total.

Llevaba un equipo completo de futbol brasileño de nombre Chapecoense; murieron 70 pasajeros entre jugadores, directivos y periodistas.

Sólo quedaron 6 sobrevivientes y algunos de ellos aún se debaten entre la vida y la muerte.

Derivado de este accidente se desprenden varias historias dramáticas: un jugador que iba a ser padre, jugadores plenos de alegría por disputar una final en una copa sudamericana; y sobre todo, el hijo del entrenador que olvida el pasaporte, no se sube al avión y… salva su vida.

En un evento de tal magnitud, ¿por qué unos mueren y otros se salvan por sucesos aparentemente fortuitos?

Sin hurgar en detalles de nombres y lugares que se dieron en el evento, que ya son del dominio público, comentaremos algunos hechos de acontecimientos parecidos y que nos arrojan una incógnita sobre hechos vitales.

He visto accidentes terribles de choques en donde se destroza un vehículo y el conductor sale sin un rasguño.

He sabido de personas que fueron atacadas por animales salvajes y fallecieron, mientras que otras pasaron desapercibidas en el mismo lugar y nada les pasó.

He visto personas que cayeron de varios pisos y resultaron ilesos.

Presencié un piloto que volaba una avioneta y en pleno vuelo haciendo piruetas… ¡se le desprendió un ala!. Haciendo gala de su pericia, el piloto estabilizó la nave y aterrizó suavemente salvándose de una espantosa muerte.

Estas impactantes experiencias son para aprender:

Que si no llegó la hora de morir, es que la misión de vida, conscientemente no se ha terminado; que si la persona se va, con su partida está enseñando una gran lección con su partida.

Al no comprender esto, buscamos a quien culpar: el Destino, Dios, el Diablo o quien sea…

Los protagonistas de este accidente convergieron para estar ahí… se dieron todas las circunstancias para que el accidente ocurriera… no fue provocado, fue consecuencia de una serie de hechos que se agudizaron en ese momento.

Los aprendizajes son: ser más precisos los pilotos, la tripulación, los técnicos, en fin, todos los involucrados para calcular los tiempos las distancias, y los combustibles suficientes, para que cada vuelo sea más seguro.

Decretaron ya error humano. ¿Era predecible? Si. ¿Era evitable? Si. ¿Era su destino? No.

En cada ocupación delicada donde dependan vidas, debe haber más consciencia y más responsabilidad.

El aprendizaje para los que quedaron:

Los deudos: recordar con mucho amor a los ausentes. Multiplicar su amor por los presentes. Amarse más y mejorarse como personas; aprender más de sí mismos y de la vida.

Aprendizaje para los espectadores: Observar la fragilidad de la vida y aceptar que estamos inmersos en ella y que hay muchas maneras de salir de ella. Atesorar cada minuto que estamos para vivirlo intensamente AQUÍ Y AHORA, porque hoy estamos, mañana no sabemos.

Sin que los envuelva el fatalismo y paradójicamente, para todos los involucrados, ante esos retos es el momento preciso para tomar las riendas de la vida y formar conscientemente nuestro destino.

Como decía nuestro poeta Amado Nervo en su poema “En paz”:

“Cuando sembré rosales, coseché siempre rosas” y… “Porque encontré al final de mi rudo camino, que yo fui el arquitecto de mi propio destino”

Sólo puede ser dueño de su destino el que esté consciente de quien es; quien no esté consciente experimentará ser víctima del destino.

Mucho para reflexionar con este accidente.

Saludos cordiales.

01/Diciembre/2016